Mary Carmen Jarur Muñoz, vicerrectora académica de la UCM y Directora ejecutiva del Proyecto FID de la UCM.
Ha transcurrido más de año y medio, donde todos los procesos formativos de nuestros niños se han visto duramente alterados y en algunos casos dramáticamente interrumpidos.
Es el caso particular de algunas escuelas y liceos, que hoy recién comienzan a retomar espacios de presencialidad, pero que durante largos periodos de tiempo y por diversas circunstancias, la comunicación con los niños y jóvenes, así como con sus familias, exigieron en el cuerpo docente “formulas”, estrategias y esfuerzos muy particulares, para poder continuar con la tarea y responsabilidad que en ellos recae.
Probablemente en este duro proceso van quedando en cada uno de ellos, los profesores del sistema escolar, un aprendizaje y muchas lecciones. Experiencias concretas que dan cuenta con mayor profundidad de los problemas que habitualmente se expresaban en el aula, y cómo estos desafíos del día a día, donde el docente debe responder en contexto, articulado con otros docentes y especialistas de la comunidad escolar, hoy se observan o recuerdan con otra perspectiva adicional (desde el distanciamiento).
Hoy los nuevos estándares en la formación de profesores nos exigen a las universidades, y de manera enfática insisto, nos obligan a las instituciones de educación superior formadoras de profesores a considerar, entre otros, que el profesor debe hacerse cargo de un aprendizaje situado, es decir en un contexto real, donde debemos reconocer un lugar y un tiempo. ¿Qué implicará esto en nuestros programas de estudio? ¿Cómo aprendemos hoy de los profesores que han tenido que sortear durante más de un año circunstancias tan particulares y propias de sus comunidades? ¿Cómo escucharemos de manera atenta, abierta y sin conceptualizaciones previas?
Es este el desafío para nuestras aulas universitarias, un espacio real para que los docentes del sistema escolar nos cuenten de primera fuente acerca de cómo se mantiene un ambiente favorable, qué estrategias motivan y promueven un aprendizaje social y emocional que fomenten el progreso académico, y al mismo tiempo desarrolle habilidades interpersonales. Y sin olvidar que ellos, nuestros profesores deben garantizar oportunidades de aprendizaje equitativas, poniendo en valor la diversidad, y poniendo especial atención a los factores de riesgos que puedan provocar una exclusión del sistema escolar.
Para nuestra institución y en el marco del Proyecto de Formación Inicial Docente (FID), estamos convencidos que debemos articularnos de manera más enérgica con el sistema escolar, y que los contextos y problemáticas de las comunidades sean nuestros problemas a investigar y abordar en conjunto. Esto generará no solo conocimiento, sino que además algunas propuestas de solución que deberán impactar fuertemente en la formación de nuestros jóvenes profesores. Esta estrategia, esperamos, nos llevará a implementar los nuevos estándares y del mismo modo, a formar profesores con un manejo interdisciplinario, pensamiento crítico y liderazgo que permita abordar la complejidad de un contexto educativo real.